sábado, 28 de abril de 2012

El baloncesto como religión. El Playground



Para poder comprender la magnitud de la siguiente historia, o de las siguientes porque me he propuesto escribir unas cuentas, debemos olvidarnos de todo lo que ahora rodea al baloncesto. Basketball is basketball. Son historias duras, sin luces, sin contratos millonarios. Pero son historias de baloncesto que merecen la pena ser conocidas, siempre que seas un gran amante de este deporte. Y es que las historias que vienen no están inmortalizadas por la televisión. Apenas se tienen fotos, han corrido de boca en boca hasta que alguien las plasmo en papel. Sí, como las grandes ODAS de nuestra antigüedad. Sí, a la altura de las religiones más fervientes.

                                                      

Habló de la vertiente más libre, encarnada y posiblemente más dura de este bello deporte. El Playground. O como lo llamaron en los 90´ tras una campaña de Adidas el “Streetball”. Y es que cabe imaginar alguna situación en la que el basket allá sido más libre. Baloncesto sin complejos defensivos, sin tácticas, sin estadísticas, solo un balón el esfuerzo propio y una oleada de admiradores gritando como locos por ver como eres capaz de machacar a tu rival. En principio eso era el Playground, pero se convirtió en mucho más. Mucho más que un deporte, fue una religión e incluso una forma de vida. Llega a tal este sentimiento, que periodistas estadounidenses resaltan una y otra vez que lo que pudimos ver del Doctor J. en la ABA o en la NBA no era nada comparado con lo que fue en el Playground.

Centrémonos en New York, la cuna de este movimiento. Aunque ciudades como Philadelphia, Detroit, Chicago o Los Ángeles no le irían a la zaga. Mediados de los 60´s principios de los 70´s y una zona geográfica muy bien definida: calle 155th y Frederick Douglass Boulevard. Rucker Park. La cancha más mítica de todas cuantas pueda haber. El sanctasanctórum del baloncesto callejero. Cerca del durísimo barrio de Harlem, donde se hacinaban una gran comunidad de raza negra que había emigrado hacía “la tierra prometida”. Allí en ese barrio de Harlem se darán historias tan increíblemente desgarradoras que una vez que las conoces es imposible de olvidarte de ese maldito barrio. Pero todas ellas con un denominador común, el baloncesto como religión.

Por aquel entonces, apareció el “writing” que terminaría evolucionando en el actual graffiti. Y una pintada destacaba del resto cerca de la Rucker `Harlem plays the best ball in the country!´. Probablemente no se equivocaba. Y es que aunque sea el más desconocido de todos, ese Playground de la Rucker fue una de las mayores demostraciones que en este deporte se ha dado. Surgieron o más bien se concentró tal cantidad de astros del balón naranja que durante sus partidos el delito prácticamente desaparecía, porque todo el mundo estaba observando que ocurría en la Rucker. Y no solo desconocidos sino jugadores de la talla de Lew Alcindor (Karim Abdul Jabbar), Julius Erving o Wilt Chamberlain también formaron parte de las pachangas. Durante verano se disputaba la Rucker League, que junto a la ABA y a la NBA eran las tres mejores competiciones del mundo. Y no sabría acertar en que ordén.

Y es que la Rucker vio proezas baloncestísticas como pitarle 3 segundos en la zona a un jugador en pleno salto, tres segundos en el aire en lo que fue un salto brutal, por algo era conocido como `Helicopter´. Dicen también que un jugador fue capaz de machacar dos pasos por detrás del triple, su nombre Demetrius`Hook´ Michel. De otro decían que bordo 36 mates seguidos de espalda, todo por una apuesta. O la anécdota que también nos relata el gran Gonzalo Vázquez sobre Fly William “Como era habitual en él, Fly llegó tarde al partido. Se presentó en el descanso con su balón y su mochila. Siempre trataba de que se jugara con su balón. Y así ocurrió entonces. La segunda parte fue una auténtica exhibición personal alcanzando los 42 puntos a pocos minutos del término, momento en que el árbitro le señaló una falta que no le gustó nada. Enojado Fly cogió su balón y se largó de allí. El público hizo lo mismo y el parque quedó desierto”.
                                                   

Son muchas las historias que quedan por contar sobre el Playground. En los próximos artículos hablare del Top5 de los mejores jugadores que ha dado las calles. Sus historias merecen la pena ser contadas y por supuesto leídas.

Pedro Ruiz Sígueme en Twitter: @pedritoRiaza

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