martes, 6 de noviembre de 2012

James Naismith, inventor del baloncesto


James Naismith era un joven granjero canadiense, originario de Almonte, Ontario, una pequeña ciudad situada a sólo unos kilómetros de la ciudad capital de Canadá, Ottawa. Nació el 6 de noviembre de 1861. Su padre y madre murieron cuando tenía ocho años y de allí en adelante se mudó a vivir con un tío.

Al pensar en su futuro decidió: “La única satisfacción real que podría derivar de la vida es ayudar a mis semejantes”. En 1883 salió de Almonte para ir a la Universidad de McGill, en donde obtuvo un título en teología. Mientras estudiaba en McGill, Naismith fue influenciado por D. A. Budge, Secretario General de la YMCA de Montreal, para que siguiera una carrera en la YMCA y estudiara en la Escuela Internacional de Capacitación de la YMCA en Massachusetts (que posteriormente cambió su nombre a Springfield College).

Naismith asistió como estudiante en 1890, y en 1891 el Dr. Luther Halsey Gulick, director del departamento de educación física, lo invitó a ingresar a la facultad. Durante un seminario de psicología, el Dr. Gulick invitó a su clase a inventar un nuevo juego. Gulick estaba buscando desesperadamente una actividad bajo techo que pudiera ser interesante, fácil de aprender, y fácil de jugar en invierno. Tanto la Escuela de Capacitación como las YMCAs en todo el país requerían una actividad de este tipo. Naismith consideró que una manera de hacerlo realidad era tomar factores de juegos conocidos y combinarlos.

Al mismo tiempo, el Dr. Gulick asignó a Naismith una clase específica que carecía totalmente de interés en los ejercicios de rutina, la marcha y la gimnasia en masa, lo que formaba parte de su sesión diaria obligatoria de educación física. Tres instructores habían abandonado la lucha de tratar de despertar el entusiasmo de este grupo de jóvenes.

 “Cuando me asignó la clase”, relata Naismith en su propia versión de la invención del juego de baloncesto, “sentí que me lo estaba imponiendo; pero cuando me dijo que hiciera lo que todos los directores del país no habían logrado, sentí que esto era el colmo.”

 Naismith luchó con la clase de jóvenes sin éxito alguno. Hizo intentos de modificar el fútbol americano y el fútbol (soccer). “Había cifrado mis esperanzas en estos dos juegos y cuando éstos fracasaron, parecía que había pocas posibilidades de éxito” escribe Naismith. Lo intentó con el lacrosse, un juego que había aprendido a jugar en Almonte. Aun cuando algunos de los miembros de la clase eran canadienses y sabían cómo jugar el juego, no tuvo éxito. Los principiantes se lastimaron y los expertos se disgustaron; otro juego más fue descartado. “Con pasos cansados”, recuerda Naismith, “subí la escalera estrecha a mi oficina que estaba directamente sobre el vestidor. Me dejé caer en mi silla, con la cabeza en las manos y mis codos apoyados en el escritorio. Era un joven instructor totalmente desalentado.”

 El juego que surgió del espíritu desalentado pero determinado de Naismith ese día ha estado por todo el mundo, atrayendo a millones de jugadores y espectadores, jóvenes y mayores. Fue inventado por un hombre sentado frente a su escritorio.

“Mientras estaba ahí sentado frente a mi escritorio, comencé a estudiar los juegos desde el lado filosófico. Había estado considerando un juego a la vez y no había logrado encontrar lo que estaba buscando. Esta vez vería los juegos en su conjunto y los estudiaría.”

 Luego, Naismith estudió metódicamente los elementos de los juegos de equipo existentes y separó una serie de características que utilizaría para crear un nuevo juego. “Mi primera generalización fue que todos los juegos en equipo utilizan una pelota de algún tipo; por lo tanto, cualquier nuevo juego debía tener una pelota.” Decidió utilizar la pelota de fútbol (soccer) tras eliminar pelotas más pequeñas porque eran más difíciles de manejar, podían ocultarse y requerían equipo para usarlas, lo que dificultaría el aprendizaje de destrezas. Trataba de encontrar un juego en donde pudieran participar muchas personas y que fuera fácil de aprender.

 Las entradas, un componente popular del fútbol, era un problema en la mente de Naismith; podía imaginarse la carnicería en que esto se traduciría en interiores sobre pisos de madera. “¿Pero por qué son necesarias las entradas?”, razonó. “Es porque los jugadores tienen permitido correr con la pelota y es necesario detenerlos. Con estos factores en mente, me senté erguido frente a mi escritorio y dije en voz alta: ‘Si no se puede correr con la pelota, no es necesario entrarle al contrincante, y si no es necesario hacerle la entrada, entonces se eliminará la rudeza.’ Todavía puedo recordar que hice un chasquido con los dedos y grité: ‘¡Lo tengo!’ Luego, concluyó que un juego debe tener un objetivo y que debe haber algún tipo de portería, pero eliminó la que se utiliza en el fútbol, lacrosse y hockey y se decidió por un juego que jugaba de niño, denominado “Duck on the Rock” [pato en la roca]. “Con este juego en mente, pensé que si la meta era horizontal en vez de vertical, los jugadores se verían obligados a lanzar la pelota en arco; y la fuerza, que propicia la rudeza, no tendría ningún valor. Entonces, una portería horizontal era lo que yo buscaba y me la imaginé en mi mente. Colocaría una caja en el piso en cada extremo, y cada vez que la pelota entrara en la caja esto podría considerarse como un gol. Sin embargo, había un aspecto que se me había pasado por alto. Si nueve hombres formaban una defensa en torno a la portería, sería imposible que la pelota ingresara en ella; sin embargo, si colocaba la meta por encima de las cabezas de los jugadores, este tipo de defensa sería inútil.”

 Después de considerar varias alternativas, resolvió que dos jugadores debían decidir con “cara o cruz” el inicio del juego.

 Naismith estaba listo para probar el nuevo juego con la clase y en menos de una hora anotó en un bloc de notas la primera serie de 13 reglas. Una taquígrafa las copió a máquina. Le pidió al superintendente del edificio que trajera dos cajas cuadradas de unas 18 pulgadas. “No, no tengo cajas”, le dijo el superintendente, “pero le voy a decir lo que tengo. Tengo dos cestas viejas de duraznos en la bodega, en caso le sirvan.” Pocos minutos después, con dos canastas bajo el brazo y un par de clavos y un martillo, Naismith clavó las canastas en el riel inferior de los balcones, uno en cada extremo del gimnasio, fijó las reglas en la cartelera de anuncios del gimnasio y se quedó esperando a su clase de “incorregibles”.

 Naismith recuerda: “El primer miembro de la clase en llegar fue Frank Mahan. Me miró por un instante y luego miró hacia el otro extremo del gimnasio. Quizás yo estaba nervioso, porque su exclamación sonó como una sentencia de muerte cuando dijo: ‘¡Eh, otro nuevo juego!’” Había 18 hombres en la clase y Naismith les prometió que si este juego resultaba ser un fracaso no intentaría ningún experimento más con ellos. Repasaron las reglas, dividieron al grupo en dos equipos de nueve jugadores cada uno y tiraron para arriba la primera pelota de baloncesto en la historia. Era el 21 de diciembre de 1891. El primer equipo de baloncesto, integrado por nueve jugadores y su entrenador, en las gradas frente al gimnasio de la Universidad de Springfield en 1891.

 En segundo plano: John G. Thompson, New Glasgow, N.S.; Eugene S. Libby, Redlands, Cal.; Edwin P. Ruggles, Milton, Mass.; William R. Chase, New Bedford, Mass.; T. Duncan Patton, Montreal, Que. En el centro: Frank Mahan, Memphis, Tenn.; James Naismith, Almonte, Ont. En primer plano: F. G. Macdonald, Pictou, N.S.; Wm. H. Davis, Holyoke, Mass.; Lyman W. Archibald, Truro, N.S. El juego fue un éxito desde el primer tiro de “cara o cruz” en adelante, y se corrió la voz de que la clase de Naismith se estaba divirtiendo. A los pocos días, la clase atrajo a una tribuna. Los profesores de una escuela cercana para niñas vieron el juego y se lo llevaron para organizar el primer equipo de baloncesto de niñas. Frank Mahan sugirió darle un nombre al juego, y él y Naismith se decidieron por “basketball” (baloncesto).

 En esos primeros días del juego, éste fue reportado como un “juego estruendoso acompañado por muchos gritos y vítores escandalosos.” En ese sentido, ha cambiado poco a través del tiempo. “Cuando el primer juego había terminado,” comenta Naismith, “sentí que ahora podía ir con el Dr. Gulick y decirle que había logrado las dos tareas aparentemente imposibles que me había asignado; concretamente, interesar a la clase en el ejercicio físico e inventar un nuevo juego.”

Naismith siguió controlando el desarrollo del juego y sus reglas durante cinco años. Luego, se trasladó de Springfield a Denver para desempeñarse como director de educación física de la YMCA en esa ciudad y para estudiar su doctorado en medicina. Tras su graduación la Universidad de Kansas estaba en busca de un entrenador de atletismo y un director para su capilla de 650 sillas a donde los estudiantes asistían todas las mañanas. Naismith tenía la preparación ideal para el puesto y fue recomendado a la Universidad como “…inventor del baloncesto, médico, pastor presbiteriano, abstemio, deportista en todos los sentidos, no-fumador y dueño de un vocabulario libre de malas palabras.” 

El Dr. Naismith y su esposa asistieron a los Juegos Olímpicos de 1936, cuando el baloncesto se convirtió en uno de los eventos olímpicos. Murió en 1939 a la edad de 78 años.

____________________________________________________________________________

Texto tomado en su totalidad de la web de la YMCA previa autorización escrita.
Original: http://www.ymca.int/es/quienes-somos/historia/el-baloncesto-un-invento-de-la-ymca/

Un humilde homenaje en el natalicio n°151 del hombre que inventó el deporte que tanto amamos.

Por:        Francisco Moroso.
Twitter:  @FranciscoM2591


No hay comentarios:

Publicar un comentario