sábado, 12 de enero de 2013

EQUIPOS QUE DEJAN HUELLA Capítulo I - Francia 1983


Después de un largo silencio, retomo mi actividad bloggera con la primera de una serie de entradas en las que iré analizando, en función de lo que la memoria me permita, equipos nacionales en un evento concreto, Mundiales, Eurobasket, Olímpicos... No trata esta serie sobre los mejores equipos, nada de eso. Algunos lo fueron, otros no tanto. Tampoco se su duración, periodicidad o capítulos. Formalidad bajo mínimos, as usual. La idea es plasmar en un texto las sensaciones percibidas al ver jugar a cada uno de esos equipos, teniendo en cuenta que a muchos sólo los vería jugar en el partido contra España, al ser el único televisado y a la percepción que puede tener un tipo como yo, generación del 69.

El Europeo de Nantes 83 fue el primer gran evento a nivel de selecciones del que recuerdo ser testigo televisivo. Bien pudo haber sido el Mundobasket de Cali 82, pero la edad y la diferencia horaria eran argumentos demasiado poderosos como para convencer a unos padres clásicos de que el hecho de dormir, ya por aquel entonces, era cosa de cobardes. Primer evento, primer equipo que me llamó la atención por encima de los demás, la selección nacional de Francia.

COMPOSICIÓN DE GRUPOS:
   


Preselección de Francia para el Europeo de Baloncesto de 1983

Llamar equipo a aquel conglomerado de elementos a las desórdenes de Pierre Dao, constituiría un insulto a la inteligencia del lector y un eufemismo digno del político más mentiroso. No se le puede llamar banda, porque éstas tienen un Director que, con mayor o menor acierto, trata de poner orden entre los distintos instrumentos, ayudado por una partitura. Allí no había ni sistema, ni pizarra y de conceptos defensivos jamás habían oído ni hablar. En resumen, era un conjunto de individualidades sin ningún rigor grupal, muchas de ellas con un talento extraordinario para este deporte, capacidad atlética muy por encima de sus rivales continentales, dirigidas en cancha por un pequeño base llamado Senegal que ni siquiera era de color. Si Mikhail Bakunin hubiese sido entrenador de baloncesto, liderar a esta pandilla habría sido mejor que un sueño húmedo.



 La cosa ya venía de lejos. Los jugadores no se llevaban entre ellos, el vestuario era un polvorín siempre a punto de estallar y en el que gente como Cachemire, Faye o el mencionado Senegal pondrían punto y final en este evento a sus dilatadas carreras internacionales, los dos últimos con el extra del título de la Copa Korac recién retenido, pues también habían vencido con Limoges la edición del 82. Senegal volvería un año más tarde al equipo, requerido por el nuevo seleccionador, a la sazón ayudante de Dao en este evento, pero eso forma parte ya de otra historia. Eric Beugnot era un pedazo de jugador, lo digo en serio. Un alero alto de más de 2 metros y con tan buen tiro exterior como complicado carácter. Tenía un hermano, Gregor, actual entrenador del Chalon, base suplente del Le Mans, equipo en el que militaban los dos hermanos. Eric hizo campaña para que su hermano fuera llamado a la selección, con la que había disputado una serie de amistosos dos años atrás y a la cual no había vuelto desde entonces. Pierre Dao se presentó al europeo sólo con dos bases, justo la mitad de los que siete años después necesitaría Antonio Díaz Miguel para estamparse en Argentina. Los elegidos fueron Jean Michel Senegal y Jacques Monclar, un base blanco por encima del 1.90, casualmente el base titular del Le Mans. Lo que debió pensar el seleccionador debió ser algo así como “si van a hacer lo que les pase por las narices, con dos me sobra”. Alain Larrouquis, pequeño escolta de 1.86, con participación testimonial, hubiese podido ser el tercer base.

Eric Beugnot bloqueando a Ratko Radovanovic



El otro gallo del gallinero era el afamado alero anotador Hervè Dubuisson, del que Gonzalo Vázquez habla en su nuevo libro y cuyo capítulo me muero de ganas por leer. Dubuisson representaba él solo, todo lo negativo que he descrito de este grupo humano. Calidad, físico, técnica, tiro, salto, potencia... todo lo que se quiera pero atrás reservaba sus fuerzas y no existía otro sistema que el de “balones a mí”. Venía de ser el máximo anotador de la Liga francesa en las últimas cuatro temporadas. Como anécdota, años después en un partido contra el CAI Zaragoza en competición europea (juraría que con Stade Francaise), se lesionó nada más atravesar el medio campo en pleno contraataque llevado, como no, por él mismo. Ello no fue motivo para que no diera dos o tres pasos más a la pata coja, se cuadrara, lanzara y convirtiera un triple desde unos diez metros, antes de ser sustituido entre gritos de dolor. Su torneo fue más que discreto, terminando con apenas 9 puntos de media.

Así las seguía hundiendo Dubuisson, años después

En este torneo, apareció en escena otro jugador de esos que en los años venideros iba a ser un asiduo en Copas de Europa y citas de selecciones, Richard Dacoury. Miembro al igual que Faye o Senegal del laureado Limoges fue el primero que vi de esa especie de jugador tan común en la Francia contemporanea, el alero mulato con extraordinarias condiciones físicas. Su papel en Limoges estaba ensombrecido por la genialidad del escolta americano Ed Murphy, que acaparaba casi todos los sistemas ofensivos del club y donde demostraba mayor rigor táctico que el exhibido en esta cita europea. Con un buen debut ante Yugoslavia, siendo el máximo anotador con 17 puntos, terminaría diluyéndose como el resto del equipo.

Richard Dacoury, con Magic Johnson en el Open McDonald's 1991


Con respecto al juego interior, Georges Vestrys, Appolo Faye y Philippe Szanyel eran sus argumentos. George Brosterhous y Daniel Hacquet, así como J.J. Cachemire completaban una tan extensa como poco explotada batería de jugadores. Vestrys era un jugador de color con un físico diseñado para este juego y una talla de 2.16. No intimidaba, apenas reboteaba y teniendo un ganchito de derecha muy decente resultaba raro verle recurrir a él. Años atrás, en medio de una tertulia con no poco alcohol circulando, un buen amigo me describió su mejor movimiento. Consistía en ponerse justo debajo de su propio aro, no levantar los brazos no fuera a ser que molestara a algún atacante, esperar pacientemente a que el balón atravesara la canasta, cogerlo, adelantar un pie fuera de la linea de fondo y, con el otro en el aire, realizar un giro sobre sí mismo de 180 grados y efectuar el saque de fondo. Yo no hubiera podido definirlo mejor.

Appolo Faye cerraba ya su carrera como internacional en este torneo y, acaso por pura veteranía, era el único interior con licencia para tomar sus propias decisiones, licencia que no dudaba en aprovechar cada vez que le venía en gana. Mi memoria recuerda a Héctor Quiroga comentando que se trataba de un americano nacionalizado. No sería hasta que comencé mi investigación para este post que me enteré de su origen senegalés.

Appolo Faye en el partido contra Grecia del Campeonato de Europa 1983


La sorpresa agradable la puso el jugador de ASVEL Villeurbanne Philippe Szanyiel, de 23 años y que, sin contar para nada en los sistemas y viviendo de balones sueltos y rebotes ofensivos se proclamó máximo anotador francés en la competición con 19 puntos por partido. Un zurdo muy técnico y fajador que con apenas 2.05 sería el gran referente del juego interior francés hasta la eclosión de un tal Stephane Ostrowsky. Tuvo una dilatada carrera en la selección nacional, de la que es el quinto anotador histórico y a la que puso cierre tras 191 presencias, de la mejor manera posible, en un amistoso en Mónaco contra el Dream Team, previo a los Juegos Olímpicos de Barcelona.

Vlade Divac versus Philippe Szanyel en Roma 1991

Al final, Francia acabó quinta. Quedó encuadrada en el grupo A, con sede en Limoges, cuya composición aparece en un cuadro más arriba. Derrotas contra Yugoslavia, España e Italia y victorias contra Grecia y Suecia no fueron suficientes para luchar por medallas. Un cruce victorioso contra Alemania le permitió disputar la quinta plaza, objetivo que alcanzó al derrotar a Israel. Poco actitud y muy mala suerte en el sorteo de la primera fase fueron su condena. Pierre Dao abandonaría el cargo de seleccionador para marcharse al Limoges con Faye, que también finalizaba ciclo y Senegal, cuya intención era la misma y al final lo reconsideró. El equipo quedaba en manos del hasta entonces segundo entrenador Jean Luent, que los conduciría a la disputa de los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1984, al conseguir clasificarse en un torneo preolímpico disputado en suelo francés, y al europeo de Stuttgart 1985. Tardaría muchos años en sacudirse el sambenito de banda pero fueron un auténtico espectáculo, os lo aseguro.



Autor: @quiquechust




2 comentarios:

  1. Gracias por recordarnos , magnifico articulo

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  2. Buena entrada con gente asi este blog es de los mejores...por cierto ya no escribe @abrisierra23? eran muy interesantes sus entradas

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