En palabras del máximo anotador de la historia de la NBA, Karim Abdul Jabbar. “El mejor jugador contra el que me he enfrentado”. Un jovencito de Roosevelt llamado Julius Erving le abordó de pura admiración para decirle: “Dios, es verdad todo lo que había oído sobre ti”.
El basket de asfalto ha dejado un sinfín de nombres ocultos en la historia. Pero la historia que traigo es cuanto menos conocida, puesto que tan grandes fueron las hazañas de aquel jugador que ni la triste aura que la acompaña ha sido capaz de hacerla caer en el olvido. Hablamos del verdadero dios del asfalto, Earl Manigault. Una vida dedicada al baloncesto. En su estado más puro, en su estado de puro espectáculo, en su estado de expresión simbólica de belleza, porque, 30 años antes de que Jordan destrozara la gravedad e impulsara este deporte al olimpo, Manigault ya lo había hecho con el Playground. Y sí, muchos definieron a Manigault como `Air´.
Era el verano de 1944, y con el calor venía al mundo Earl Manigault como el menor de nueve hijos. La familia Manigault era extremadamente pobre, y su juventud se movió en la precariedad total. A los cinco años de su nacimiento, Mary Manigault, su madre decidió dejar Charleston (Carolina del sur) para mudarse a Nueva York, en concreto a la calle 99. Sin quererlo, Mary Manigault con aquella `mudanza´ cambió la historia, no sólo la del Playground sino también la del baloncesto mismo. En una cabaña de madera y en la más absoluta miseria empezó a crecer el joven Manigault, mientras veía como sus hermanos mayores iban cayendo uno tras otro en el pestilente mundo de las drogas, mientras su madre no tenía suficientes horas en el día para trabajar en una lavandería del barrio, para conseguir un par de miserables dólares. Era la triste realidad de prácticamente la totalidad de familias de color que vivían en aquel lugar. Así, creció Manigault, aunque descubriría un lugar donde evadirse de aquella realidad tan cruel. Allí encontraría la felicidad, lo podía ver en los ojos de todos los que asistían a aquel maravilloso lugar. Veía esos ojos vivos, deseosos de contemplar gestas de leyenda, batallas de verdaderos titanes. Sí, aquel lugar era Rucker Park. Y aquellos titanes eran jugadores de baloncesto. Se trataba de jugadores de leyenda como Wilt Chamberlain o Connie Hawking. Pero a Manigault le sorprendió otro, que era capaz de levantar al público, era capaz de impresionar a los presentes poniéndoles el corazón en tensión permanente, su nombre era Jackie Jackson. Uno de los mejores matadores de toda la historia. Earl Manigault había descubierto su vocación. Lo que viene a continuación, forma parte de una de las mayores leyendas que rodean al mundo del baloncesto.
Earl Manigault también conocido como “The Goat”, mote que probablemente le venga por culpa de un profesor que no supo pronunciar bien su apellido, según he podido leer. Jugó en el instituto, Lauridinburg, donde fue capaz de anotar 57 puntos en algún encuentro, y acabó con una media de 31 puntos y 13 rebotes. Terminó eligiendo la universidad de Johnson C.University donde sólo duró 6 meses. Decir que tuvo un sinfín de peticiones de universidades del renombre de Duke, North Carolina o UCLA, que al final no aceptó. Durante toda su etapa estudiantil tuvo muchos escarceos con las drogas, compañeras de viaje para él. Al final, retornó al lugar donde realmente fue feliz, donde conseguía elevar su 1,85 muy arriba, más arriba que cualquier otro pudiera conseguir elevarlo. Su salto era de 1,32 metros… ¡Increíble! Ese lugar era Rucker Park. Para Manigault era el paraíso, y por eso nunca se separaba de aquella cancha. Jugaba todos los partidos que podía, según cuentan, hacía jornadas de hasta 20 horas. De todas ellas habría que contar las que se pasaba pegado el suelo y cuántas en el aire, probablemente el tiempo de ambas quedaría a favor de la última, y es que “The Goat” sentía una verdadera necesidad de surcar el cielo. Su irrefrenable naturaleza era más libre en el aire y su ambición por machacar una y otra vez le permitió crear una de las mayores proezas que el arte en el aire permite, el famoso `double dunk´.
El doble mate de “The Goat” era una creación sublime que no paró de repetir y perfeccionar. Russ Bengtson lo resumía en SLAM: “Many claim to have witnessed the 'double dunk', where Manigault dunked the ball, caught it in mid-air with the other hand, and dunked it again”. Lo verdaderamente genial de aquella jugada es que la podía realizar durante la disputa de un partido. En un principio aquella jugada sólo era capaz de hacerla saltando desde la frontal, pero su perfección fue tal que después fue capaz de hacerlo en pleno contraataque desde el lateral y saltando, (desde el mismo punto que el Doctor J. en su famoso aro pasado), para machacar primero con la izquierda recogerlo con la derecha y volver a machacar. Sin lugar a dudas este “doble mate” es considerado como una de las jugadas más geniales, técnicamente creadas.
El “doble mate” fue una proeza de “The Goat”, pero obviamente no es la única. No se podía esperar menos de una leyenda como él.
La que viene a continuación deja ver a partes iguales la increíble capacidad que tenía Manigault para jugar al basket así como sus pecados más profundos. Y es que “The Goat” era drogadicto, y como drogadicto necesita su dosis diaria que conseguía financiándose gracias a las limosnas y apuestas que ganaba en las canchas de basket. Así se explica el siguiente truco realizado por Manigault, que consistía en coger monedas del canto del tablero para machacar después. Así es, sus increíbles piernas eran capaces de elevar su 1,85 hasta el mismo canto del tablero donde cogía esas monedas. Y ¿Quién ponía esas monedas hay? Pues los chiquillos que subían trepando o incluso reptando por los soportes. Es triste decirlo, pero aquellas actuaciones no eran más que simples trucos por conseguir unos centavos, así era la vida de este mito tan grande y a la vez tan bajo.
Otra de sus famosas gestas la realizó durante uno de sus partidos en la Rucker, comenzado el partido una voz se alzo por encima del resto. 60$ ofrecidos si “The Goat” era capaz de realizar 20 mates de espaldas. Manigault ofreció al respetable una hazaña que jamás olvidarían machacando de espaldas hasta 36 veces, todas ellas de manera consecutiva… ¡Una autentica barbaridad!
La vida deportiva de Manigault fue de las más grandes que se recuerda, quizás el más grande matador de todos los tiempos. Capaz de realizar el famoso 360º, al que le añadía media vuelta más. Por entonces se conocía como “around the World”. Para la memoria de todos los amantes del basket de asfalto quedaría aquel quinteto titular del Urban League, en el que formaban The Goat, Joe Lewis, Joe Hammond, Pee Wee Kirkland y Herman Knowings. Un quinteto de locura, la calidad y la potencia personificada. ¡Pagaría y mucho por poder ver a aquel quinteto en acción!
Una de las más grandes historias del Playground esta de Earl Manigault, pero que acabó como tantas otras. Las drogas minaron el cuerpo de “The Goat”, consumiéndolo y llevándolo varias veces a la cárcel. Al final pudo escapar de las drogas, y vivió intentando enseñar a los demás a no cometer sus errores pero el daño estaba hecho. A los 53 años nos dejó, apenas un año y medio después de ir por primera vez en su vida al cine, para ver la película de su propia vida. 'REBOUND: The Legend of Earl Manigault', protagonizada por Don Cheadle y un par de pesos pesados de la comunidad afroamericana como James Earl Jones y Forest Whitaker.
Y es que desgraciadamente no podía tener otro desenlace la historia del Dios del Playground. Fue la historia del más grande sí, pero al fin y al cabo fue la historia de otro chico del “guetto” que acabó como otros tantos. Espero que gracias a artículos como este nunca caiga en el olvido la historia de esta leyenda, porque toda religión necesita su Dios para existir.
Pedro Ruiz Sígueme en Twitter: @pedritoRiaza